Las razones de tal situación son varias, pero se pueden resumir en la incapacidad técnica del Gobierno para garantizar la seguridad de la gente, la complicidad innegable entre los “buenos” y los malos, la impunidad reinante y la relajación de valores a causa de las adicciones. A cada ciudadano le toca cargar su cruz y le toca, en parte, ser responsable de la situación.
Masacran al jefe de investigación criminal ministerial, asesinan a joven estudiante de enfermería con una saña inaudita, matan a cuchillazos a taxista para asaltarlo, emboscan al jefe de la Policía local y muere uno de sus acompañantes, matan a disparos a joven señora, encuentran fosas con más de 30 cuerpos, casetas de peaje tomadas, todo eso y mucho más, tan solo en unos días.
Es terrible. Y lo peor es que no hay quien pueda, sepa o quiera acabar con esto, y el monstruo sigue creciendo. Se nutre de la sangre que corre por las calles; del dinero que generan las armas, las drogas, la corrupción, las debilidades y gustos de las personas, la apatía y de los medios que fomentan la contracultura en aras del dinero fácil, y si a todo eso le agregamos la “Ley de la Plata o Plomo” que impera en esta ámbito para quienes quisieran hacer algo, y el que a las autoridades correspondientes ni siquiera se les ocurre aceptar o informar a ciencia cierta lo que acontece, por miedo o por no “manchar” (más) su reputación político-partidista, el panorama luce aún más desolador. De los robos que no se detienen ni hablar en este momento.
¡Auxilio! ¡Sálvese quien pueda!
¿Y las placas, apá?
Las calles maltrechas de Sonora, y las buenas también, se han ido llenando mucho a mucho de autos “chuecos”, que, por lo general, no traen seguro contra daños a terceros, pero les sobra inexperiencia para manejar; de autos sin placas de ningún tipo y de autos con “placas” de la Etnia Yaqui, sin que nadie ponga orden al respecto. No entiendo por qué si el Gobierno necesita ingresos y la delincuencia pretextos, permiten esta situación. Es demasiado ya. Esto sin contar el ambulantaje avasallador que no paga impuestos.
No se trata de echar culpas a otros de todo lo malo que nos está pasando, solo de hablarlo y analizarlo para entre todos buscar soluciones, o, de plano terminar por acostumbrarnos al cogobierno del crimen organizado y la anarquía, y hacernos de la vista gorda, porque si al Prian le tomó 80 años acabar con el País, y a López Obrador 18 años para llegar al poder, ¿cuántos años o cuántas muertes necesitamos para que esto cambie para mejorar?
La respuesta está en el viento, diría Bob Dylan.