Desde que a los empresarios y trabajadores se les notificó que debían irse a casa, el pronóstico de la pérdida de empleos en el país y en la entidad no se hizo esperar.
En Sonora, los efectos de este mal podrían dejar por lo menos 20 mil plazas laborales vacías, de acuerdo a lo que el Secretario de Economía, Jorge Vidal Ahumada, declaró hace unas horas.
Y en el país, durante marzo se perdieron algo así como 350 mil empleos y ya para abril la cifra aumentó a unos 555 mil 247, de acuerdo con los datos del mismo Seguro Social.
“Esta es la mayor destrucción de empleo en México desde que se hace el registro del dato, hace más de 20 años. La caída mensual de la tasa de empleo es del 2.7%, mayor que en la crisis económica de 1995 o en la crisis financiera de 2008. El IMSS reconoce que la caída del empleo ha afectado más a los trabajos permanentes, casi un 68%”, establecen los expertos.
Esta situación, en lo corto, es sumamente preocupante porque si antes de la pandemia el país no alcanzaba a crear el millón de plazas requeridas, mucho menos ahora que las empresas se han visto atacadas por el virus del desaliento ante la incapacidad para seguir produciendo y, por supuesto, generando riqueza.
Hay muchos empresarios que se han puesto la camiseta y pueden sostener a sus trabajadores, muchos con el mismo sueldo de siempre. Otros, han reducido los pagos y otros, en definitiva, han recortado obreros.
Así como se ha rendido homenaje a los trabajadores de la salud que han estado al pie del cañón en clínicas y hospitales, así también habrá que hacerlo con aquellos patrones que se la han rifado con sostener su planta laboral en medio de las consecuencias de este fenómeno sanitario.
Pero también habrá que agradecer el esfuerzo de los pequeños, medianos o micro empresarios que hicieron la lucha pero no pudieron mantenerse porque ni con los 25 mil pesos de un crédito del gobierno se pueden enfrentar las condiciones adversas si no hay producción. Así de sencillo.
En suma, todos merecen ser reconocidos, pero sobre todo merecen ser oídos y respetados desde las trincheras oficiales porque son personas que decidieron emprender pero las consecuencias de un virus que ha matado apenas a 292,000 personas, de 7,594 millones que habitamos este mundo, no se los permitió en condiciones similares a otros.
Desde el gobierno deberá entenderse que esta pandemia ha causado muchos cambios en las formas de enfrentar la vida y que, en consecuencia, ya no tienen los funcionarios permiso para mentirle a los ciudadanos en torno a su porvenir inmediato a la restitución de una vida normal.
Para finales de 2020 se habrían creado dos millones de empleos, de acuerdo a las proyecciones del gobierno, pero difícilmente se llegará a ese nivel si en estos dos meses ya se han perdido miles en el país y las perspectivas de crecimiento son las más bajas de la historia.
Por lo tanto, de aquí en adelante debe desecharse la demagogia y hablarle sin mentiras al mexicano. Estarían los mexicanos mas dispuestos a jugársela con un gobierno que le hable con la verdad, que con aquel que le repita mentiras del tamaño de “voy a bajar el precio de las gasolinas” y al final asume que sus palabras fueron “tergiversadas”.
Ya no más funcionarios que dicen tener la verdad exclusiva sin prestar atención a lo que el pueblo dice. O le entran a decir la verdad, a costa de lo que sea, o en las urnas estos gobernantes serán sancionados drásticamente.
Ya no están los mexicanos para soportar una pandemia de mentiras.
Comentarios: francisco@diariodelyaqui.mx