El ladrón

Muy pronto se corrió el rumor entre los vecinos de la Quinta Díaz de que un ratero andaba rondando por sus casas. La policía ya estaba alertada, pero los días pasaban y no daban con el maleante. Se sabía que su modus operandi era atracar mujeres; decían los investigadores que no le gustaba batallar, o que quizás era alguien que evitaba toparse con otro hombre pues lo más seguro es que lo moliera a golpes y de paso lo mandara a la cárcel.

Todo comenzó una noche cuando la joven Daniela de 16 años, llegó a su casa después de las diez, y se puso a bajar unas pertenencias de la cajuela del auto, y dijo que de pronto alguien la tomó de la cintura por detrás, y le dijo al oído —dame las llaves del carro, nena—, y no grites… que no quisiera hacerte daño — y ella simplemente se las entregó. El asaltante salió disparado en el coche con rumbo desconocido. Daniela entró corriendo a su casa y comenzó a gritar que le habían robado el carro; la joven estaba asustada, sobre todo, porque era su carro, que un año atrás le habían regalado con motivo de sus 15 años. Sus padres llamaron a la Policía y pronto llegaron a su casa. De inmediato le preguntaron cómo había sido el robo. Y les contó que de pronto sintió unas manos en la cintura y que alguien con una voz “muy varonil” le había pedido que le entregara las llaves del carro, y que eso fue todo lo que había pasado. Pero cómo era el tipo—preguntó el agente. Y sólo pudo decir que era un hombre alto de ojos verdes.



Días después otra señora dijo que quizá el mismo asaltante se había metido por la ventana de la cocina de su casa, y que al escuchar ruidos se levantó y, para su sorpresa, se topó de frente con el intruso. Se quiso morir del susto, pero dijo que el ladrón le dijo que no tuviera miedo, que sólo quería que le entregara las botellas del licor más fino que tuvieran en su casa, y así lo hizo. Cuando llegó la Policía les contó que el asaltante era un hombre esbelto, que iba bien vestido y que por cierto, olía muy bien.



Conforme pasaban los días, las llamadas al 066 se incrementaban para reportar al asaltante de los ojos verdes. Todas eran damas, y la mayoría decía que un ladrón muy amable y guapo había entrado en su casa, y aseguraban que fácil lo identificarían si lo volvieran a ver.



Meses después la fama del ladrón de los ojos verdes había llegado a todo el Municipio. Ya algunas decían en son de broma que dejarían abiertas las ventanas de su casa por si el bandido quisiera entrar, y se echaban a reír. Sabían que esta persona era inofensiva, pues no había un solo reporte de robo con violencia. Dicen que las seducía con su voz y sus ojos verdes. El caso llegó a tales extremos que de cuando en cuando aparecía un anuncio en la sección de los anuncios económicos del Diario, solicitándole al de los ojos verdes que se volviera a aparecer en su casa; o que estarían solas tal o cual día, y que podría visitarlas.



Así pasaron algunos años, hasta que el ladrón cayó en manos de la justicia. La noticia se publicó en la primera plana y todos los periódicos volaron. Todos querían saber sobre el ladrón de los ojos verdes, pero eran más las que querían ver su rostro de nuevo. También lo sacaron en las noticias de la televisión. El asaltante se llamaba Juan Valentín. Era un hombre de Cocórit y no tenía antecedentes penales. Su hablar era lento y pausado. Su rostro no reflejaba rastro alguno de arrepentimiento, y sus ojos verdes brillaban intensamente bajo las luces de la sala de interrogaciones. Vestía impecable y olía a tabaco y rosas, según dijeron. Confesó que nunca tuvo intención de dañar a nadie, que sólo robaba autos, vinos, obras de arte, joyas, chocolates y detalles para regalarle a su amante, pero que no era una mala persona. Que era un simple enamorado sin trabajo y sin ganas de hacerlo, pero que sabía que no sólo de besos vivía un amor.



El ladrón de los ojos verdes fue encarcelado y cada jueves y domingos de visita, llegaban hasta su celda docenas de mujeres de todos los barrios de la ciudad para llevarle regalos.



“Yo, yo me robé tu amor” Kiss

Jesushuerta3000@hotmail.com