La tecnología ha sido probada en estados como Veracruz, Oaxaca, Puebla y Chiapas, y está diseñada para los pequeños productores que cultivan en 9 millones de hectáreas –de los 25 millones de hectáreas de temporal que hay en territorio mexicano— con pendientes que van desde 8 por ciento hasta 50 por ciento, las cuales están expuestas a la erosión hídrica que propicia la pérdida de suelo y de fertilidad de la tierra, lo que impacta en la producción de alimentos.
Los “padres” de este sistema son el agrónomo ilustre por la Universidad Autónoma Chapingo e investigador del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (Inifap), Antonio Turrent Fernández, y el doctor del Colpos, José Isabel Cortés Flores, quienes destacan que el MIAF es único en el mundo al trabajar en cinco ejes fundamentales: alimentación, ingreso de los campesinos, erosión del suelo, captura de carbono y empleo bien remunerado.
La asociación de milpa con árboles frutales genera un círculo virtuoso ambiental y económico, porque mientras el cultivo de maíz y frijol garantizan la seguridad alimentaria de los agricultores, el árbol frutal es el motor económico de las pequeñas unidades de producción, porque permite obtener un alto valor respecto a los granos. Por ejemplo: un kilo de durazno representa de 30 a 40 veces el valor de uno de maíz.
En el caso de la manzana -fruta con alta demanda en México- el kilo cuesta en el mercado 40 o 45 pesos, pero 80 por ciento de esta fruta es agua y su materia seca 20 por ciento. Es decir, un kilo de materia seca cuesta 200 pesos, de los cuales al productor le pagan 100 pesos, explica Turrent. El kilo de maíz se paga en menos de 5 pesos si bien le va al agricultor, pero tiene 85 por ciento de materia seca y el resto es agua.
José Isabel Cortés, experto en árboles frutales y coautor del MIAF, refiere que en la sierra mixe en una ladera de 30 por ciento de pendiente bajo temporal el ingreso familiar anual en una hectárea de maíz fertilizado fue de 12 mil 500 pesos; con MIAF ocupando solo 40 por ciento de esta superficie con árboles de durazno, el ingreso se elevó hasta 70 mil 500 pesos.
Otra virtud del sistema es que mientras que el unicultivo de maíz demanda 70 jornaleros por hectárea, desde la preparación del suelo para siembra hasta cosecha; en MIAF son 200 jornaleros por año.
Cortés Flores expresa que hasta ahora la tecnología MIAF está siendo aceptada por los agricultores. En las regiones de Los Altos, Frontera y Reserva de El Triunfo, en Chiapas, hay 500 hectáreas con este sistema. Ahí ha brindado asesoría a la organización Isitame; el sistema lleva unos ocho años y siguen avanzando.
En todo el territorio mexicano, estima, existen en total unas mil hectáreas con MIAF, por lo que la brecha por desarrollar es muy grande. El mayor potencial está en Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Veracruz y Puebla.
Turrent Fernández añade que en el sureste del país hay un millón de hectáreas en ladera adecuada para producir aguacate, fruta en el que México es el primer exportador mundial, por lo que si dedicamos 300 mil hectáreas a cultivarlo en estas pendientes, para no propiciar el monocultivo, los pequeños productores tendrían posibilidades de incrementar significativamente sus ingresos.
¿Pero qué es el MIAF?
El MIAF es un sistema sustentable de tecnología con enfoque multi-objetivo que coloca la producción agrícola en primer lugar, aumenta el ingreso neto del productor de manera significativa e incluye el manejo sustentable de los recursos naturales, sobre todo de suelo. También incrementa la captura de carbono atmosférico, lo que permite mitigar los Gases de Efecto Invernadero (GEI) y es una forma de hacer frente al cambio climático, explican los investigadores.
El sistema involucra la roturación del terreno en la ladera, lo que causa erosión del suelo en la parte alta de cada franja de terreno de 15 metros de anchura (entre dos hileras de árboles frutales plantados en contorno). El material de suelo arrastrado, es depositado en la parte baja de la misma franja por la acción de un filtro de escurrimientos hecho con residuos de cosecha, que se apoya en la hilera de frutales inferior en la ladera. En cada franja de 15 metros se cultiva maíz asociado con frijol.
Los orígenes del MIAF -expone Turrent- están en la agricultura tradicional de agricultores de Puebla, quienes ya usaban árboles nativos en hilera -tejocote o capulín- o criollos-manzana o durazno y sembraban milpa entre las hileras de frutales. El segundo precursor de MIAF es la tecnología Terraza de Muro Vivo desarrollada por el Inifap, que usa setos de árboles leguminosos en hileras en contorno, para la formación de terrazas, cultivando maíz en la franja entre setos. Esta tecnología es eficiente para proteger el suelo contra la erosión, pero requiere que casi 15 por ciento de la tierra de labor sea dedicada a los setos, lo que resta espacio al maíz, que es el cultivo principal para el productor. Por esta razón, esta tecnología no fue aceptada por los productores. El mismo rechazo han tenido otras tecnologías desarrolladas internacionalmente, como la tecnología Cultivo en Callejones.