Viviendo en Obregón lo más seguro es que hayas conocido a Germán Osuna Cruz, de una u otra manera, los medios, las ferias, las oficinas de Gobierno, las calles y por todos lados andaba siempre con nuevos proyectos dentro de su ejercicio profesional o en los buenos momentos con los amigos.
“La caricatura es flor de un día” afirmaba en donde le preguntaban. “Ya para la noche habrá muerto; se trata de captar una idea en el momento y plasmarlo”. Y así anduvo picando piedra y tocando puertas siempre por todos lados, lo que le valió el quedar en el afecto de muchos sonorenses y más allá. Germán es un caso de esos especiales que escuchó su corazón que le dijo que el dibujo era lo suyo y se aventó al ruedo con un objetivo muy claro, que es el de ser crítico de los acontecimientos sociopolíticos del momento. Fue dibujante y periodista, principalmente, de manera empírica. Expresarse era su oficio y lo hacía muy bien. El monero decía que la vida era demasiado dura como para tomársela en serio, así que había que tratar de divertirse, lo que descubrió desde la primaria en donde se autonombraba “La Mano Negra” y lanzaba sendas caricaturas de los maestros que le dieron sus primeras risas en los patios de la escuela.
Como José Alfredo Jiménez, decía que lo más valioso que había ganado con su trabajo era el reconocimiento de la gente. Eso más dos tres premios al mérito que recibió.
Y se fue el buen Germán dejando atrás litros de tinta, ecos de risas, mentadas de madre, amenazas, y a su familia que amaba, además de la afirmación de que México es potencia mundial en caricaturistas, aunque su padre le decía que se moriría de hambre, pero no fue así.
Te extrañaremos.
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