Cada 26 de junio, el santoral de la Iglesia Católica conmemora a San Josemaría Escrivá de Balaguer y Albás, sacerdote español, fundador del Opus Dei y autor de la famosa obra “Camino”, un texto que ha inspirado a millones de católicos a lo largo de las décadas.
Hoy, 49 años después de su partida a la Casa del Padre, su legado sigue vivo, especialmente entre aquellos que buscan santificar la vida cotidiana y encontrar en lo ordinario lo extraordinario.
¿QUIÉN FUE SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ?
San Josemaría nació en Barbastro, Huesca, España, en 1902, en una familia profundamente cristiana. Su vida estuvo marcada desde temprana edad por el sufrimiento, como la pérdida de sus tres hermanas menores y la quiebra del negocio de su padre, lo que obligó a su familia a mudarse en busca de un futuro mejor.
Estos desafíos fueron solo el inicio de una vida de entrega, que se profundizó aún más con una experiencia que marcaría su destino: un día, al ver sobre la nieve las huellas de unos pies descalzos, San Josemaría reflexionó profundamente sobre el sacrificio y el llamado de Dios. Esta experiencia fue un punto de inflexión que lo llevó a discernir que Cristo lo invitaba a seguirlo más de cerca, como sacerdote.
La vocación de San Josemaría fue testimonio de generosidad, alegría y una profunda dedicación tanto a la oración como al estudio. A lo largo de su vida, se destacó por ser un hombre sencillo, pero con una profunda sabiduría espiritual que le permitió inspirar a muchos. Tras ser ordenado sacerdote en 1925, continuó su formación académica, obteniendo doctorados en Derecho y Teología, lo que le permitió entender mejor las necesidades de su tiempo.
El 2 de octubre de 1928, San Josemaría tuvo una experiencia mística que lo impulsó a fundar el Opus Dei, una institución dedicada a la santificación de la vida ordinaria. El Opus Dei no es solo una organización, sino una llamada a que todos los cristianos, independientemente de su profesión o situación, busquen la santidad en su día a día. “Una movilización de cristianos que supieran sacrificarse gustosos por los demás, que hicieran divinos los caminos humanos de la tierra”, definió él mismo el propósito de su obra.
El 26 de junio de 1975, San Josemaría Escrivá falleció a causa de un paro cardiaco, asistido por las gracias de Dios y rodeado de sus más cercanos. Su muerte fue una partida serena, al pie de un cuadro de la Virgen de Guadalupe, y pocos años después, en 2002, fue canonizado por el Papa San Juan Pablo II.
PATRONO DE LOS QUE PADECEN DIABETES
Aunque no está reconocido oficialmente como patrono de las personas con diabetes por la Iglesia Católica, San Josemaría Escrivá es reconocido como tal debido a que él mismo sufrió de esta enfermedad durante gran parte de su vida. Según varios testimonios, experimentó una curación milagrosa que fortaleció su fe y su cercanía con los que atraviesan dificultades similares.
A lo largo de su vida, San Josemaría enfrentó los retos y sacrificios que implicaba vivir con diabetes, pero siempre lo hizo con una profunda esperanza y confianza en Dios. Su valentía frente al sufrimiento y su inquebrantable fe lo llevaron a ser reconocido como un intercesor para aquellos que luchan contra esta enfermedad.
