Iniciaba el año 2000 y un grupo de personas de diferentes edades, ocupaciones y puntos de vista, iniciábamos con un proyecto en común llamado Cajeme 2020. Ahí estábamos 20 años más jóvenes todos los ahí participantes, anotando y desarrollando las ideas y planeando las acciones que nos permitirían lograr el municipio en el que soñábamos vivir. Las cosas iban bastante mal en ese tiempo en estas tierras, y unas de las personas líderes del proyecto propusieron que, así como lo había hecho el estado de Nuevo León, nosotros también tomaríamos como punto de referencia a Malasia, el país asiático que para el año 2000 había logrado sortear años de pobreza, devaluaciones, alta violencia, crisis financiera mas los cientos de problemas de entendimiento que se generaban por la gran cantidad de lenguas y dialectos que se hablaban, y todo porque los representantes de varios sectores públicos y privados se reunieron y diseñaron el país que querían para vivir, y les funcionó. Su ejemplo era nuestra motivación; gozaban de un crecimiento económico de entre el 7 y 8 por ciento, habían creado más fuentes de empleo, se estaba trabajando en temas ecológicos, en el fomento al arte, la cultura y el turismo, en el ordenamiento de la administración pública, en una visión de futuro, en la responsabilidad social, entre otros temas indispensables para lograr un mayor bienestar para la población, lo que justamente era lo que necesitábamos para avanzar en nuestro querido Cajeme, por lo que estábamos dispuestos a invertirle tiempo, dinero y esfuerzo para lograrlo. Corría el año 2000.
El proyecto se empezó con todo el ánimo del mundo; poco a poco se fueron dando pasos importantes, se fue sumando gente, se contó con instalaciones amplias y funcionales propias, y fue pasando el tiempo, y se fue avanzando.
Se le comenzó a dar atención al proyecto por la comunidad y los medios de comunicación, lo que provocó que un grupo de políticos influyentes se pusiera en contra del Cajeme 2020, lo fueron bloqueando, hasta que lo hicieron desaparecer. El proyecto no tenía intereses políticos partidistas, y no estaba preparado para luchar con ese otro flagelo que nos azotaba. Todo se acabó.
Pasaron 20 años y celebramos en familia la llegada del año 2020. Esa noche, la del 31 de diciembre del 2019, aunque curiosamente no hacía frío encendimos una fogata en el patio de nuestra casa. Destapamos unas botellas y después de la absurda balacera por la llegada del Año Nuevo, comenzó a llover, pero no lo suficientemente fuerte para apagar la fogata. Solo que el ambiente se llenó de un humo denso que distorsionaba el entorno. Era molesto…y los días fueron pasando y hoy, el 19 de mayo del 2020, estamos peor de lo que estábamos, y eso, es mucho decir. La violencia está incontrolable; el Covid-19 derrumbó a muchos en su salud y en su economía. El gobierno está aferrado en convertir al socialismo al país; divididos; con nulo crecimiento económico; en la incertidumbre; sufriendo; viendo como asesinan a la vuelta del Palacio Municipal a directivos de medios de comunicación y policías; con los negocios quebrando; con el alcoholismo a cuestas; la violencia intrafamiliar al tope; viendo a los amigos de siempre morir de cáncer, o gravemente enfermos en los hospitales; sin una luz al final del túnel; sin un rumbo fijo; sin poder criticar porque ahora se paga también, ya no solo para hablar bonito de la autoridad en turno, para agredir a las voces disidentes; apegados al pasado; llenos de basura; baches; paredes rayadas, desdeñando a la ciencia y la cultura, con actos de corrupción recargados, con oídos sordos…ahora estamos en una especie de purgatorio por nuestro exceso de pecados y omisiones.
¿Qué vamos a hacer? ¿Habrá que volver a juntarnos, ya que el tiempo lo permita, para planear hacia dónde vamos? ¿O seguimos así y cerramos los ojos?