Cierto es que las sequías, como las inundaciones, se viven de manera cíclica, pero no por ello dejan de causar inquietud y zozobra en una población que por años ha subsistido merced a las cantidades de agua que los torrenciales dejan en las presas.
Este 2019 en Sonora se ha visto que de manera atípica las tormentas han sido muy espaciadas y en consecuencia el líquido que debió asomarse a los vasos hidroagrícolas no ha sido suficiente.
De hecho, según el reporte del Monitor de Sequía en México, 69 de los72 municipios sonorenses están padeciendo algún tipo de sequía, desde anormalmente seco hasta sequía moderada.
La región más afectada por sequía en 2019 es la cuenca del Río Mayo, se informó, ya que la precipitación anual se ha quedado por debajo del promedio histórico y consecuentemente la Presa Adolfo Ruiz Cortines “Mocúzari” solamente cuenta con unos 368 millones de metros cúbicos, lo que representa apenas el 35.4 por ciento de su almacenamiento total.
¿Qué debe hacerse? Por lo pronto la Comisión Nacional del Agua acordó extender el ciclo agrícola próximo hasta el 15 de noviembre, cuando regularmente inicia el 1 de octubre.
Lo que esperan las autoridades del ramo es que de aquí a esa fecha puedan desencadenarse algunas lluvias que den un poco de alivio al escaso almacenamiento en las presas no solamente de Sonora sino de las otras entidades.
Y definitivamente, ante este sombrío panorama, se antoja pensar que no hay manera de echarle la culpa a la divinidad o a los vecinos y autoridades en este mayúsculo problema.
Han pasado generaciones a través de este planeta que han contribuido a generar un entorno adverso en la medida en que se ha contaminado el ambiente, el agua, el suelo y, sobre todo, asesinado los árboles, que son los únicos capaces, aparte del poder divino, cualquiera que sea la idea que tenga usted sobre él, de lograr el círculo virtuoso de la producción de lluvia.
No es posible que a estas alturas los productores y ciudadanos comunes estén a la espera de un poquito más de precipitaciones para poder salir adelante.
Porque de ello depende que haya siembras suficientes para obtener recursos frescos para las regiones, como la nuestra, en donde la economía depende en gran medida de lo que el campo produzca.
Es una gran realidad. Aquí no se cuenta con un sistema avanzado de industrialización, ni siquiera de los productos primarios obtenidos en la zona, como para tener otra alternativa de captación de recursos.
Además de matar a la naturaleza, el residente regional, el heredero de las penurias de los productores pioneros de esos valles, no ha tenido la capacidad intelectual como para generar una producción manufacturera capaz de evitar los estragos de una sequía en la dinámica productiva local.
Si no se aprende esta lección, si todo mundo se atiene a seguir sembrando el triguito y el maicito y echarse en la hamaca todo el día, esta región está condenada a desaparecer como zona agrícola, a pesar de contar en el subsuelo con otra presa que no ha sabido ser aprovechada como debe ser.
Mientras se siga manteniendo la esperanza en la sola producción primaria, el estancamiento económico persistirá.
Y con ello el otrora granero de México.