¡Adictos!

No sé a ustedes, pero a mí me llama mucho la atención la más reciente declaración de las autoridades del Municipio, misma que se publicó a ocho columnas en este Diario, afirmando que lo que ha venido generando la imparable ola de violencia en nuestra comunidad es el alto consumo de drogas por los ciudadanos, más que por el tránsito de los enervantes por estas tierras del sur de Sonora, al grado que los decomisos se han incrementado en más del 130 % en los últimos meses.

La autoridad, queriendo tapar el sol con un dedo implementó un “programa de proximidad social” que consiste en denunciar cualquier acto relacionado a la compra, venta, consumo o demás actos delictivos de manera anónima, que de algo ayudará, pero que no servirá de mucho para el caso que nos preocupa: la adicción.



Desde niño he notado que el nuestro es un Municipio lleno de gente que le gusta la fiesta en exceso; somos dados al vicio, me incluyo, al parrandear hasta altas horas de la noche, el día que sea; a la disipación sin freno. Esto es algo común y, hasta cierto punto, parte de nuestra cultura. Es fácil darse cuenta también que en miles de casos los mismos padres de familia son adictos a algo, ya sea al alcohol, tabaco, drogas, al juego o viven medicados, y son tolerantes y hasta fomentan las adicciones en sus hijos. Me consta.



Hoy todos vemos los resultados de años de pasividad afectiva, de malos ejemplos y de lo importante, que es el negocio de lo ilegal como son las drogas. La ciudad está llena de zombies que deambulan por las calles robando hasta las plantas de las casas con tal de conseguir la próxima dosis. Nadie los quiere, lo peor es que ni ellos mismos se quieren.



Pero el problema de fondo aquí, independientemente de la cruel violencia que a todos nos hiere, es la marcada falta de autoestima que tenemos, lo débiles que somos, porque, como dice Deepak Chopra, la adicción es el problema más grave que enfrenta la humanidad, esto independientemente de las afecciones a la salud que las adicciones provocan, está la situación que no estamos evolucionando como humanos, sino lo contrario; vivimos queriendo olvidar las heridas del pasado, sin poder disfrutar el presente de una manera óptima y satisfactoria por nuestra obsesión constante de encontrar el placer sin saber cómo o por qué, provocando daño a nuestra persona y violencia en la sociedad, olvidando esa “perfección que duerme en cada uno de nosotros, que nunca se pierde y que está a nuestro alcance”.



De la adicción nadie se salva, pero todos podemos ponernos en contacto con nuestra mente y nuestro corazón para crecer como personas y encontrar el gozo y el placer en las cosas simples de la vida diaria. Es por nuestro bien y por el bien de todos.



La legalización no es la solución, quizá ayude un poco a disminuir la violencia, pero ¿qué haremos con la adicción que no nos deja ser felices de a de veras, y que no nos permite llegar a la perfección que duerme en cada uno de nosotros?